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Historia de las Ciencias chinas (2) El dragón ancestral

Historia de las Ciencias chinas (2) El dragón ancestral

Rafael de Mora

Hoy en día, en Occidente, tanto los intelectuales como el público en general, tienen profundamente asumido que el concepto ciencia es puramente occidental. De hecho, la palabra ciencia proviene del latín scientia (conocimiento), y fue éste el término que se acuñó durante la Ilustración y que, hasta ahora, ha sustituido a las otras ciencias que existían en la antigüedad, que han pasado a ser agrupadas en el concepto filosofía natural.

Los propios europeos siempre han considerado que Europa fue la cuna del humanismo, de las ciencias y de las artes. Por ese motivo, cuando revisamos cualquier publicación que hable sobre la historia universal de la ciencia, nos encontramos que, sobre China, sólo se comentan un puñado de cuestiones, más a título de curiosidades que de otra cosa, tales como la pólvora, la brújula, el papel y, tal vez, la imprenta; aunque ésta última, en ocasiones, tampoco aparece como una invención china, sino que es atribuida a Gutenberg.

¿Realmente existe la ciencia china como tal?

China ha sido de los pocos países de la antigüedad que ha desarrollado una ciencia original y propia sin transferencias extranjeras conocidas, siendo desde el inicio de los tiempos un país exportador de ciencias y tecnologías.

Entre mesopotámicos y egipcios existió una fluida comunicación religiosa y científica, la cual fue parcialmente heredada por los pueblos griegos que vivían en sus inmediaciones, por lo que gran parte del valor de la ciencia griega (sin que ello la menosprecie) proviene de cultivar la tierra fecunda que mesopotámicos, fenicios y egipcios les legaron. Ejemplos de ello son: el teorema de Pitágoras (que era conocido y usado en Mesopotamia y Egipto dos milenios antes del nacimiento del propio Pitágoras), la astronomía mesopotámica (que fue heredada por los antiguos griegos) y el Tornillo de Arquímedes (que era usado en Mesopotamia un milenio antes del nacimiento de éste).

El sinólogo inglés Joseph Needham dedicó la mayor parte de su vida a su magna obra Ciencia y tecnología en la antigua China, organizada actualmente en unos veinte ocho volúmenes y publicada por Cambridge University Press. En ella se explican pormenorizadamente los cientos de invenciones y descubrimientos científicos que los chinos han ofrendado al mundo. Así mismo, afirma que la ciencia china estuvo muy por delante de la europea durante un periodo no inferior a diez siglos de forma ininterrumpida.

Por todo ello, la ciencia antigua china tiene unas características sin igual: su profunda e intrínseca originalidad, su permanencia temporal y su capacidad de nutrir a otras ciencias nacidas en otros lugares del planeta.

¿Habría existido la caballería y la Edad de los Caballeros sin las herraduras y estribos chinos? ¿Los barcos de Colón habrían llegado a América sin los mástiles múltiples, la brújula marina y el timón de codaste? ¿Fueron cruciales las técnicas agrícolas chinas para que al final de la Baja Edad Media mejorara notablemente la salud y la economía de una Europa que se estaba preparando para la llegada del Renacimiento Italiano?  ¿Se imaginan una sociedad renacentista sin la existencia del papel, de la imprenta y de la pólvora? ¿Fueron las ballestas y la pólvora chinas dos elementos fundamentales en el fin de la Edad Media? ¿Hubiera sido igual la Ilustración sin la influencia que la cultura china supuso sobre personajes de la talla de Leibniz y Voltaire o de los fisiocráticos Quesnay y Turgot, que crearon el concepto laissez faire sin conocer el concepto taoísta Wu Wei, (无为)? ¿Por qué los jesuitas instalados en China tenían tanto interés en transmitir a Europa secretos chinos como la variolación (vacunación de la viruela), la fabricación de porcelana, el hilado automático de la seda, el sistema binario, el sistema astronómico ecuatorial, los mapas cartográficos de China, etc.?

Otros notables avances de la ciencia china fueron el sistema decimal, las fracciones, el cero, los números negativos, la teoría del resto, las manchas y vientos solares, el carbón, los pozos de gas y petróleo, los formularios, el primer autómata del mundo, los relojes mecánicos, los cohetes, las minas navales, los altos hornos, el sistema funcionarial, los pluviómetros, la cartografía cuantitativa, los instrumentos astronómicos ecuatoriales, el giroscopio, los doce temperamentos musicales, el sismógrafo, la cadena de transmisión, los cañones, la carretilla, el papel moneda, las enfermedades carenciales, las granadas, las maquetas a escala, las esclusas, las campanas, el triángulo de Pascal, la mejor aproximación de la antigüedad al número π, la medición del meridiano, etc.

Como se muestra, la ciencia china es de una envergadura excepcional que no deja de sorprender, por su cantidad y calidad.

Así pues, la historia de las ciencias chinas sigue siendo uno de los mayores secretos que parece resistirse a ser revelados al mundo, especialmente al occidental. Y, aunque lo ignoremos, el mundo en que vivimos (en su totalidad) es una perfecta síntesis de ciencias chinas y occidentales, que con el pasar de los siglos, se han ido amalgamando, formando un todo inseparable, ya que la ciencia tiende hacia la convergencia, no hacia el separatismo.

Según el autor de la obra The Genius of China, Robert Temple, “Es probable que más de la mitad de los inventos y descubrimientos básicos sobre los que descansa la ciencia actual provengan de China. Y, sin embargo, la mayor parte de las personas lo ignoran, e incluso, pensarán que es radicalmente falso. ¿Por qué?

¿Eurocentrismo? ¿O simple ignorancia?

La ya citada obra Ciencia y tecnología en la antigua China, de Joseph Needham, apoyándose en una inmensa bibliografía, muestra de forma categórica y meridiana la impagable contribución que la ciencia china ha hecho al mundo (ya que gran parte de su ingente conocimiento llegó hasta Europa, discretamente, de la mano de los musulmanes). Igualmente, esta realidad se ve reflejada en China en muchos de sus museos, así como en no pocas publicaciones oficiales realizadas por sus investigadores. No obstante, la historia universal de la ciencia y la intelectualidad occidental siguen haciendo oídos sordos ante esta tozuda realidad. 

Ecumenismo y ciencia.

Para que la ciencia sea ciencia, ha de pertenecer a todas las personas del mundo, a todos los países y a todos los pueblos, siendo la humanidad en su totalidad su única propietaria.

Sólo el conocimiento de la historia de la ciencia china nos podrá permitir comprender la China de hoy. La historia de los países no sólo nos habla del pasado, sino que, sobre todo, explica el presente y nos muestra hacia dónde puede discurrir el futuro.

El dragón ancestral chino es la larga y rica ciencia china que, desde la más remota antigüedad hasta hoy en día, ha sabido crear una sociedad fuertemente enraizada en la cultura del esfuerzo y del conocimiento. Probablemente, China sea el país que tenga la literatura científica más extensa y antigua del planeta, ya que, desde tiempos inmemoriales, los chinos han tenido la sana costumbre de escribir todos sus hallazgos científicos en las más diversas áreas: agricultura, mecánica, botánica, arquitectura, biología, medicina, matemáticas, física, náutica, astronomía, ingeniería (civil, naval y militar), acústica, metalurgia, silvicultura, etc.

Muchos occidentales nos acercamos a la cultura china fascinados por su filosofía y por su medicina, pero será cuando conozcamos su historia científica cuando podamos realmente cerrar el círculo y observar cómo filosofía y ciencia se aúnan en un todo coherente y armónico, para así de formar realista y profunda, llegar a conocer la sociedad china de ayer, de hoy y de mañana.

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