Confucio y la fundación Amigos de los Mayores
尊老爱幼
Respeto a los mayores y amor a los pequeños
La tradición letrada china, lo que conocemos en occidente como Confucianismo, ha sido la base de la moral y el ordenamiento social de China durante milenios. Confucio, un sabio de la antigüedad china, contemporáneo de Buda y Pitágoras, fue el gran compilador de este saber dejando en herencia a China una tradición cuyo nombre está en deuda con su persona. Confucio no fue un autor prolífico, sino un activísimo documentalista y archivero. A él le debe China la compilación de sus clásicos, de un saber profundo y bello, que en los convulsos tiempos en que vivió de Confucio, en el cambio del siglo sexto al quinto antes de nuestra era, se hallaba disperso e inconexo.
La breve obra de la que es autor Confucio, las Analectas, encierra una gran parte de la esencia de esta sabiduría y dedica una importante cantidad de líneas a describir las virtudes de todo gentilhombre chino, de la visión china de la bonhomía. Y entre ellas dedica un capítulo muy especial al respeto hacia los mayores, al amor filial que todo hijo debe profesar por sus padres, y en extensión, por todos los mayores.
Mencio, el gran discípulo de Confucio, nos recordaba con un estilo sucinto propio del chino clásico, que debemos hacer honor a la tradición chino de respeto a los mayores y amor a los niños. El aforismo, 老吾老,以及人之老,幼吾幼,以及人之幼 que se atribute a Mencio viene a recordaros que “venerando a nuestros familiares más ancianos debemos también honrar a los mayores que no tiene quien les cuide, y amando y protegiendo a nuestros pequeños, no nos debemos olvidar de aquellos niños que no tienen quien les ampare”.
La piedad filial siempre ha sido una de las principales virtudes que se le atribuyen a todo caballero confuciano. Hace pocos días, uno de nuestros alumnos, Juan Carlos Burgos, (un auténtico caballero confuciano del sigo XXI) compartía con nosotros este bello escrito. Todo un canto de honra a nuestros mayores, a sus historias, a sus relatos, a su capacidad por enriquecer nuestra vida, y a la necesidad urgente que nuestra sociedad tiene que escuchar su palabra.
Hojas de hierba
Juan Carlos Burgos
“A mí nadie me enseñó a coser. Aprendí sola, de niña, viendo a mi madre. Cuando se quedó viuda, tuvo que poner taller en casa. Hacía encargos para El Bebe Inglés, una tienda de ropa para niños en Gran Vía, cerca de Callao. Hacía forros de abrigos y canastillas para el Rey de Marruecos. Así íbamos tirando”.
A poco que te pares a hablar con una persona mayor, en dos minutos te va a contar una historia tan fascinante como esta, absolutamente real. No todas las novelas de García Márquez tienen un arranque tan potente. Ahora que las empresas, los partidos políticos, los equipos de fútbol y hasta la tuna de Agrónomos hablan de la importancia de tener un buen relato, nos olvidamos de que quienes mejor cuentan historias son las personas mayores. Y que además lo hacen con la máxima precisión léxica y expresiva.
Este proyecto va de esa capacidad de contar cosas que las personas mayores traen de serie. El realismo mágico les sale solo, y además con una fluidez y unas palabras todavía más apasionantes. Todos sabemos que los Buendía han sido unos zascandiles, y que Rosario la Bella siempre ha salido escamondada de casa, sobre todo cuando le daba por volar.
Este proyecto no va solo de recuperar palabras. Hay un problema más. A las personas mayores cada vez les resulta más difícil encontrar a quién contarle sus historias. Cada vez están y viven más solas. Lo sobrellevan con una dignidad y un optimismo admirables, claro, porque saben expresarse y la ilusión es lo último que se pierde. A saber qué les pasa por la cabeza cuando abren la puerta de casa e invariablemente se sonríen.
Así que el problema de no hacerles caso, evidentemente, es nuestro. Nos olvidamos de la más rica y la mejor red social que tenemos a nuestro alcance. Ahí están los Amigos de los Mayores para recordárnoslo. Os animamos a conocerles y a practicar con ellos la mejor gimnasia mental posible: hablar y conocer a personas mayores.
En chino, a la gente común se le llama căogēn, hojas de hierba, “Ni una bella flor ni un árbol enorme; apenas soy una insignificante hojita de hierba”, dice una de sus canciones más populares. En inglés, grassroots tiene el mismo significado, y Whitman hablaba más o menos de lo mismo, vete a saber por qué. Quizá porque lo cotidiano es lo que nos une a la tierra y nos hace vivir. Y eso, quien mejor lo sabe es quien lo ha vivido ya (y de paso lo cuenta como nadie). Para aprenderlo tan solo nos hace falta saber escuchar. Y escucharles. ¿Empezamos?