Peculiaridad lingüística del idioma chino y su escritura
Mariola Moncada Durruti
Uno de los aspectos que mejor expresa la extraordinaria singularidad que para nosotros, occidentales, tiene el caso chino es sin duda alguna su lengua y sobre todo su escritura. Probablemente un japonés, un mongol o un coreano no percibe tanto esa singularidad puesto que su universo cultural está mucho más próximo a China. No así para nosotros, porque China, desde el punto de vista occidental es sencillamente, como la describió el célebre sinólogo belga Simon Leys:
el otro polo de la experiencia humana. Todas las demás grandes civilizaciones o bien están muertas (egipcia, Mesopotamia, América precolombina), o bien se encuentran exclusivamente absortas en los problemas de supervivencia en condiciones extremas (culturas primitivas), o bien son bastante cercanas a la nuestra (culturas islámicas o la india) para poder ofrecer un contraste tan total, una alteridad tan completa, una originalidad tan radical y esclarecedora como la china. Sólo cuando consideramos China podemos por fin medir con más exactitud nuestra propia identidad y empezamos a percibir qué parte de nuestra herencia proviene de la humanidad universal, y que parte no hace sino reflejar simples idiosincrasias indoeuropeas (…) China es ese Otro fundamental sin cuyo encuentro occidente no podría cobrar realmente consciencia de sus contornos y límites de su Yo cultural.. [1]
Hoy comenzamos hablando de la lengua y de la escritura china no sólo porque sea una lengua radicalmente diferente de las lengua indoeuropeas, de donde proceden las lenguas occidentales, la lengua china procede de la familia de las lenguas sinotibetanas, en concreto de las lenguas siníticas, sino porque además existe una implicación especial entre la escritura y el modo de pensar, el pensamiento chino, en la organización política y social, e incluso en el arte.
La lengua china pertenece a la gran familia de las lenguas sinotibetanas, cuyo número de hablantes en el mundo solo supera la familia de las lenguas indoeuropeas. Comparte con las lenguas siníticas una característica común que es el de ser una lengua tonal, fonéticamente es mas pobre que las lenguas occidentales, es decir tiene menos fonemas, y por tanto los diferencia utilizando diferentes tonos. Es necesario el uso de tonos como elemento distintivo adicional del fonema para la existencia de un número de sílabas suficientes para articular un lenguaje completo. En concreto el chino tiene cuatro tonos (o cinco si contamos el tono neutro) cuya pronunciación cambia totalmente el significado de la palabra. Aun contando con los cuatro tonos, y debido a la pobreza fonética del chino, en chino existen muchos homófonos, que no homógrafos, palabras que suenan igual pero se escriben diferente, es decir palabras que utilizando el pinyin (la romanización del chino en el alfabeto occidental se escribirían igual, pero no se escriben igual en chino ya que la escritura china se basa en caracteres, y ésta es una de las mayores peculiaridades del chino, su escritura.
Es interesante pararse a pensar la enorme influencia cultural y en la forma de pensar de determinadas civilizaciones que tiene el tipo de escritura. La lengua china, es un lengua cuya escritura se basa en caracteres, en lo que se llaman sinogramas (caracteres chinos). Caracteres que en principio eran pictogramas, es decir una representación más fiel de la realidad de representaban, para ir evolucionando a formas más abstractas, lo que llamamos ideogramas. En la lengua china cada carácter, cada sinograma es una unidad fonética y una unidad semántica la mismo tiempo. Este es una de las grande diferencias entre la lengua china y las lenguas occidentales, lenguas cuya escritura se basa en un alfabeto. El sistema alfabético, a diferencia del sistema de logogramas (ya sean más pictográficos o más ideográficos), es el resultado de una abstracción fonética de unos sonidos en un conjunto de símbolos (una convención, símbolos que individualmente no quieren decir nada) a partir de los cuales vamos construyendo las palabras.
El precedente de la mayoría de los alfabetos occidentales fue el alfabeto fenicio, un alfabeto consonántico que tuvo una gran difusión por los mercaderes fenicios desde Siglo IX antes de Cristo por el mundo mediterráneo, que además del alfabeto griego, el arameo, que más tarde se utilizó en la lengua hebrea también dio lugar a los alfabetos hebreo y árabe modernos. Del alfabeto griego salieron sus descendientes el latino, cirílico y copto.
El alfabeto latino es uno de los alfabetos locales que los etruscos tomaron del griego. Se diferencia de éste no sólo en la forma de las letras, sino también en su empleo. En el siglo I de nuestra era estaba constituido por 23 letras. Con la expansión de la civilización grecolatina y del cristianismo, el alfabeto latino terminó por conquistar toda Europa: celtas, eslavos, germanos, escandinavos, etc. escriben con las letras latinas. Este alfabeto, adaptado por los romanos con las variantes propias, se difundió por todo el Mediterráneo, y posteriormente a todo Occidente.
Así como la escritura de las lenguas alfabéticas está basada en una abstracción de sonidos, la escritura de caracteres chinos parte de la representación de la cosa (pictogramas) que evolucionarían hasta formas más abstractas (ideogramas), pero no son el resultado de una abstracción, sino emana de la realidad misma. Evidentemente hay muchos más signos que los 24 signos del alfabeto occidental (el diccionario de la lengua china 56.000). Además de mucha mas complejidad en la escritura del idioma chino, y de belleza también (la caligrafía es un arte en China) este hecho ayuda a explicar también la diferencia entre ambas tradiciones de pensamiento, la occidental y la china, y arroja luz para comprender mejor el esquema mental en el que durante milenios se han conducido chinos y occidentales.
Este texto corresponde a la introducción a la primera sesión del curso: CLAVES CULTURALES DE LA CIVILIZACIÓN CHINA E INTRODUCCIÓN A SU REALIDAD ACTUAL. MÓDULO 1: ESCRITURA, PENSAMIENTO E HISTORIA que se imparte de forma regular en el Centro Cultural de China en Madrid. Info
[1] Citado en: Cheng, Anne, Historia del pensamiento chino, Ed. Bellaterra, 2002, p. 25
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